¿Por qué no te hice caso corazón…?
—Suite para violonchelo número 6—
—Suite para violonchelo número 6—
Como llena de manos
infantiles, impaciente, la tarde se dirige a su final en medio del trasiego de cualquier
ciudad gris que a todos nos engulle insatisfecha con fauces de mil hambres
colgadas de su aliento. La rueda gira y gira en el mismo sentido, sin que nadie
detenga su carrera.
La noche avanza el pulso
inexorable. Este ensordecedor ruido me ciega, está en mi corazón, y
siempre me derrota, desde
que aquella lágrima me orada. Tan sólo una verdad descubriré: mi corazón no
late, reposa sobre el lodo allí donde el perfume de los pétalos sería una
pesada roca hundida, mi cuerpo sobrevive, como cruel bacteria de la muerte pues
su esencia es idéntica a la del lodazal que habito. ¿Una sola sonrisa alterará el
futuro? ¿Servirá una palabra de perdón…?
*
Cuando ante mi
dintel te has detenido, con tu mirar de brasa me has amado, y he sentido en la
entraña tu aleteo un sí que me susurra un silbo nuevo.
¿Por qué no te hice
caso, corazón? ¿Por qué alteré el compás de esos murmurios? ¿Por qué los troqué
en miedo al infinito los susurros inconfundibles de tus dedos? ¿Por qué me
despeñé a la desventura? ¿Por qué precipité mi paso de plantígrado hacia la
hoguera que abrasa y asesina, sin piedad y sin preguntas, los gestos amigables,
las miradas sembradoras de futuro, el Amado, la Amada, los amantes?
*
Sé que las
respuestas sobrevuelan el espacio entre una arteria y la primera célula epidérmica.
Incluso sé que las preguntas tienen un envés donde el corazón escondió la
afirmación sabia: una mirada de paz acurruca el alma y acepta el latido que nos
mece.
Siento mi espíritu dentro
del baile del cosmos, cada estrella traza curvas líricas o dibuja ingeniosos
acentos circunflejos como columpios en el linde de algún asteroide, o en la
órbita de lunas invisibles…, y tus dedos hacendosos, en el quicial del universo,
tamborilean sin descanso el ritmo acompasado de la danza. Así será la vida que no acaba: tras un banquete sin
medida, un baile en tu regazo eterno. porque miró mi pequeñez a pesar de ser
sólo brizna de tiempo que no acaba. Su iris me ha amado. y acudiré para sentir
la caricia de su mirada como dedos amorosos.