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El Clave bien temperado

Parte 6. El clave bien Temperado. Libro II. 6


Ajorca de mis latidos
—El clave bien temperado. Libro II—

El ocaso, un arroyo de rubí, se filtra en la pradera donde se duerme el universo.
Como una caricia de luna, tus manos humedecen el horno de mis sienes, y la frescura de tus dedos alivia mi tragedia.
El reloj de la vida transcurre con trasparencia exacta, pasea con la calma de la pantera cuya presa pace o duerme descuidada. Nada nos turbe, nada nos espante.
Quiero que seas sustancia de mi tiempo, ajorca de mis latidos. Sólo soy brizna de un segundo sobre la cubierta sin quicios del tiempo. Eres el regazo donde se acunan sonrisas y amor, lágrimas y duelos, caricias y besos, egoísmos y asperezas…

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).