Lectores

El Clave bien temperado

Parte 1. 2


De la Pequeña Crónica de Ana Magdalena Bach

Cuando Ana Magdalena escribió que tus manos fabricaban la armonía con materia de brisa,
¿intuyó que el mismo aire mecería por los siglos, el sueño de lo eterno nacido de tus dedos y enviado como flecha decisiva a nuestros corazones?
Cuando sus ojos fijaban su pupila enamorada en el correr de tus manos sobre el inmóvil teclado, que en la alcoba nocturna sonaba como caricia sobre el centro de su pecho,
¿soñó el largo viaje emprendido por las notas enlazadas como racimos de trinos, verbo de luna percutiendo en el cosmos sobre el alma de los astros?

ORLA

“Su espíritu estaba tan embebido, acaparado por su arte que, a veces yo tenía la sensación de que no nos veía, ni nos oía, como si no existiéramos, aunque nunca dejaba de tratarnos con bondad. Pasaba unos momentos horribles cuando le veía sentado en su sillón, rodeado por mí y por nuestros hijos, entregados a nuestras ocupaciones y sin embargo, presentía que estaba solo por encima de nosotros; junto a nosotros y, no obstante, solo, como abandonado. (…). Los grandes son siempre solitarios, por eso son grandes y están emparentados con el Altísimo.”

(“La pequeña crónica de Ana Magdalena Bach”).